Mateo 6:32-33

Mateo 6:32-33

jueves, 21 de agosto de 2014

Modestia es mas que Vestimenta

Mucho escuchamos hablar sobre el problema de la modestia en la mujeres hoy día, y este problema es real. Estamos rodeados de sensualidad en múltiples formas, y lamentablemente esto afecta a la mujer cristiana.
Si alguien te dijera: "Como mujer debes procurar la modestia", probablemente tu mente interpretará: "Debo vestirme decentemente". Pero, ¿qué tal si la modestia va más allá de la ropa que usamos? ¿Qué tal si te dijera que una mujer puede estar vestida totalmente decente y comportarse de una manera inmodesta? La razón de esto es que la modestia es un asunto del corazón.
Una mujer puede estar vestida totalmente decente y comportarse de una manera inmodesta

El origen de todo pecado

Muchas mujeres encuentran su valor en ser atractivas, en llamar la atención, en ser elogiadas, y se muestran a sí mismas en maneras que atraen a los hombres en forma sexual.
Como creyentes tenemos un llamado diferente:
"Que el adorno de ustedes no sea el externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios", 1 Pedro 3:3-4.
Podemos notar algo importante en el pasaje anterior. El apóstol Pedro nos exhorta a que nuestro adorno sea aquello que sale de nuestro corazón. El problema en la falta de modestia no es primordialmente un problema del guardaropa: es un problema del corazón.
Marcos 7:21 nos enseña:
"Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de adentro salen, y contaminan al hombre".
¿Notaste la palabra sensualidad en este versículo? Mi corazón es la fuente de cada pecado, incluyendo la falta de modestia.
Mi corazón es la fuente de cada pecado, incluyendo la falta de modestia.
Ahora bien, la condición de mi corazón será reflejada externamente de una manera u otra, y con asuntos de modestia hay varias áreas a tomar en cuenta:

Tu manera de vestir

La modestia es más que vestimenta, pero no menos.
Pareciera como si el lema de muchas mujeres hoy en día fuera, "Mientras menos tela mucho mejor"; "Mientras más enseñe más llamo la atención"; "Lo que no se enseña no se vende". Es triste ver cómo muchas creyentes han caído en esta manera de pensar.
Nuestro llamado como hijas de Dios es glorificarle en todo lo que hagamos (1 Co. 10:31), y esto incluye nuestra vestimenta. Debemos procurar que nuestra manera de vestir no sea provocativa y sensual. Si somos honestas, en muchos de los casos estamos conscientes de cuándo estamos vistiéndonos de una manera inapropiada.
Examina tu corazón, examina tu vestimenta, y procura honrar a Dios y respetar a tus hermanos a través de ella.

Tu manera de hablar

Otra de las formas en las que podemos evidenciar falta de modestia en nuestro corazón es a través de nuestras palabras.
Algunas mujeres pueden caer en la tentación de hablar de manera seductora, de tener conversaciones con hombres que no deberían tener, o aun de hacer y reírse de chistes que no deberían.
En relación a esto, la Palabra nos exhorta de la siguiente manera:  "No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan",Efesios 4:29.
Que nuestras palabras sirvan para edificar y no para seducir; que impartan gracia a quienes escuchan.

Tu manera de actuar

Muchas veces obviamos este aspecto, pero es importante que tengamos en cuenta que no solo podemos ser inmodestas con nuestra vestimenta y con nuestras palabras sino también con nuestras acciones y aun con nuestros gestos. No siempre necesitamos palabras para expresar aquello que deseamos o sentimos: nuestro comportamiento y aun nuestras miradas pueden expresar mucho más de lo que imaginamos.
Hace un tiempo estaba cerca de alguien que leía algo en una página de internet y el artículo tenía una fotografía de una mujer que estaba totalmente cubierta y su vestimenta no estaba ajustada, pero algo llamó mi atención... Esta mujer con una vestimenta totalmente decente tenía una mirada que pudiera haberse considerado provocativa. Su ropa no llamaba la atención de manera sensual, pero su rostro sí lo hacía.
Debemos procurar que nuestro comportamiento no envíe mensajes inapropiados y le sea de tropiezo a aquellos hombres que están a nuestro alrededor. Examina tu manera de actuar y sé honesta delante de Dios.

¿Entonces qué hago?

Como ya hemos mencionado anteriormente, sin lugar a dudas el origen de nuestra falta de modestia está en nuestros corazones, por lo que si somos confrontadas en cualquier área de este pecado el cambio en nosotras debe darse de adentro hacia afuera. Por lo tanto:
Confiesa tu pecado delante de Dios"Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad", 1 Juan 1:9. Lo primero que necesitamos hacer es ir a nuestro fiel y justo Dios en honestidad y arrepentimiento en busca de su perdón.
Llena tu mente continuamente de la Palabra de Dios. Tu entendimiento necesita ser renovado (Ro. 12:2) y la manera en la que esto puede pasar es a través de las Escrituras. "En mi corazón he atesorado Tu palabra, para no pecar contra Ti", Salmo 119:11.
- Identifica las formas específicas en las que este pecado está siendo manifestado en tu vida.
- Comprométete delante de Dios a hacer los cambios que sean necesarios."¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del SEÑOR!", Salmo 119:1.
Identifica a una mujer madura en la fe a la que puedas rendirle cuentas de esta área de pecado en tu vida"Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor pago por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante", Eclesiastés 4:9.
Glorifica a Dios a través de la modestia de tu corazón. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece", Filipenses 4:13.

martes, 5 de agosto de 2014

La Bendición de la Humildad por Jerry Bridges


Los dos rasgos del carácter cristiano que se enseñan con más frecuencia en el Nuevo Testamento son el amor y la humildad. El pasaje clásico sobre el amor es, por supuesto, 1 Corintios 13. El pasaje clásico sobre la humildad, aunque nunca usa la palabra, es Mateo 5:2–12, popularmente conocido como las Bienaventuranzas. Y así como 1 Corintios describe el amor, las Bienaventuranzas describen la humildad.
Jesús comienza Sus enseñanzas diciendo, “Bienaventurados los pobres de espíritu” (Mateo 5:3). Los pobres de espíritu son aquellos que han llegado al convencimiento de su pobreza espiritual. Ellos ven su pecaminosidad continua aun siendo creyentes. En contraste con el fariseo que con aires de superioridad al orar decía “Dios, te agradezco porque no soy como los demás hombres,” ellos se identifican con el recaudador de impuestos que gritó, “¡Dios, sé propicio a mí, pecador!” (Lucas 18:9–13). Acá es donde comienza la humildad, con un profundo sentido de nuestra continua pecaminosidad.
Jesús prosiguió, “Bienaventurados los que lloran” (Mateo 5:4). Esta segunda bienaventuranza sigue naturalmente a la primera. Quienes advierten su pecaminosidad continua se lamentan. Ellos anhelan ver más progresos en la erradicación de los pecados persistentes de sus vidas—incluso esos pecados “respetables” que con tanta frecuencia toleramos en nosotros mismos.
La tercera bienaventuranza, “Bienaventurados los mansos,” (v. 5), deriva de las dos primeras. La mansedumbre no es debilidad de carácter sino fuerza de carácter. Es la actitud de alguien que al darse cuenta de su propia pobreza espiritual reconoce que no merece nada de la mano de Dios o de sus semejantes. Él no se resiente ante las providencias adversas de Dios o los maltratos de otras personas. Él cree que Dios hará todas las cosas por su bien, por lo tanto deja su situación en manos de Dios.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (v. 6). ¿Qué hace que los creyentes tengan hambre y sed de justicia? Es el reconocimiento creciente de su propia pecaminosidad continua, unido a la feliz comprensión de que sus pecados están cubiertos por la sangre de Cristo y que están ataviados con Su justicia. Ellos tienen el profundo deseo de ser en su experiencia como son en su posición frente a Dios. Anhelan cada vez más ser liberados de los patrones persistentes de pecado en sus vidas y ver más de los misericordiosos rasgos que la Biblia llama “el fruto del Espíritu.” La tensión entre lo que desean ser y lo que advierten que aún les falta para ello produce un estado continuo de humildad hacia Dios y las demás personas.
“Bienaventurados los misericordiosos” (v. 7). La misericordia en su forma más básica denota un sentido de lástima o compasión para quienes están en un cierto estado de miseria. Pero a veces es sinónimo de perdón, como cuando el recaudador de impuestos oró, “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). Este es, sin duda, el sentido con que Jesús lo usó aquí. La mejor descripción de esta forma de compasión está en la parábola del siervo despiadado (Mateo 18:23–35). El señor tuvo lástima del siervo que le debía diez mil talentos y le perdonó tan tremenda deuda. Poco después el siervo encontró a un compañero que le debía cien denarios (una suma insignificante en relación con la que él debía) y se negó a perdonarlo. El señor, cuando escuchó lo ocurrido, dijo “¡Siervo malvado! Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” (v. 32–33).
Los misericordiosos, entonces, son aquellos que perciben cuánto han sido perdonados, y rápidamente perdonan a quienes pecan en contra de ellos. La misericordia comienza con la humildad, con un profundo sentido de la propia pobreza espiritual unido a una creciente comprensión de todo lo que Dios nos ha perdonado.
“Bienaventurados los puros de corazón” (Mateo 5:8). Ser puro de corazón es estar libre de deshonra en la propia esencia de nuestro ser. No significa perfección libre de pecado, sino que la vida de uno está caracterizada por el sincero deseo y el honesto esfuerzo de perseguir esa santidad sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).
“Bienaventurados los pacificadores” (Mateo 5:9). Un pacificador en primer lugar busca estar en paz con los demás. Como escribió Pablo, “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18). Esto significa que tomamos la iniciativa de hacer la paz aun cuando se nos ha ofendido. Sólo cuando tenemos esta actitud hacia nosotros mismos podemos tratar de ser pacificadores con otros.
La persona que intenta vivir esas siete bienaventuranzas por lo general se destaca en la sociedad. Uno podría pensar que la gente admira y aprecia a aquellos cuyas vidas están caracterizadas por esos rasgos. Pero también lo opuesto a menudo es verdadero. La sociedad no aprecia la humildad porque es demasiado contraria a sus valores. Como resultado puedes ser vilipendiado e incluso perseguido, pero al final serás bendecido porque “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).

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Traducción por María Clara Canzani
Fuente original: